La fea
Un
cuento de Oscar Hernández
Dedicado a la
“flota del Cultural”
Esa
tarde de sábado, estábamos como de costumbre de vagos en el Centro Cultural, el
Ejote y el Mamut jugaban billar, yo estaba leyendo un cuento de Chanoc, era mi
héroe, me divertía mucho con las puntadas de Tsekub Baloyán y su compadre Pata
Larga. Estábamos haciendo tiempo a ver si salía alguna oportunidad para chupar
de gorra. Cada fin de semana había por lo menos una fiesta de un pariente o de un
amigo de los de la flota y como los vagos del Cultural éramos 28, había veces
que hasta dos fiestas se juntaban en un solo día.
Nunca fuimos peleoneros, excepto Pérez que sí
le encantaba darse de madrazos con quien fuera, pero lo que más le gustaba era
provocar y golpearse con los arabitos. Un día alguien llegó al Cultural y dijo
que había unos quince años en el Centro Libanés, creo que era la fiesta de una
amiga de la hermana del Canelo, el caso es que sin estar muy bien vestidos como
para una fiesta tan “pirrurris”, nos fuimos a meter. Éramos por lo menos 17,
llegamos en tres coches repletos, la lancha del Canelo, el vocho del Yorch y el
renolito del Estopas. Recuerdo que al entrar se hizo un silencio y la gente se
volteó a mirarnos.
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- ¿Quiénes son esos pelados?
-de seguro se preguntaron algunas de las damas de la alta sociedad poblana
que por supuesto eran de las invitadas principales pues algunos de nosotros
usábamos el pelo bastante largo, además barba descuidada y uno que otro iba
de mezclilla. |
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-No, ni madres. -Respondí en voz baja. Los
ojos se me salían al mirar tantas chavas tan bonitas y sus mamás no se quedaban
atrás, algunas se caían de buenas.
En el
rincón opuesto a la puerta de entrada, vi un grupito de chavos, algunos casi
niños. De pronto pasó junto a nosotros el Gordo Núñez, otro de la flota del
Cultural y haciendo la boca de lado comentó
-Ahí
están los arabitos, vamos a romperles la madre. - En eso, repentinamente
apareció la quinceañera con una tremenda sonrisa, abrazó al Canelo y en seguida
me tomó de la mano y dijo en voz alta, - ¡Qué bueno que vinieron, los estaba
esperando!
Yo todo sacado de onda me dejé conducir par la
linda niña y comenzamos a bailar, tocaban “Light my fire” la versión larga de
Doors. Yo nada más veía que la chava estaba muy atenta al rincón de los
arabitos y a mí ni me pelaba. Además, con ese volumen de ruido no se podía ni
platicar.
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El
resto de la flota poco a poco fue acomodándose en el salón, la mayoría sobre
las bebidas, como náufragos, y dos o tres sacaron a bailar a las amigas de la
festejada. De repente vi que ya no estaban lo arabitos, la quinceañera solo
me dijo gracias y como rayo se desapareció.
Fui a pedir una bebida fría, sudaba un poco, como coincidencia el
Canelo recargaba su vaso repleto de hielos, y muy burlonamente me dijo -
¿Creíste que Marisol-, así se llamaba la feliz quinceañera, -te eligió por
guapo? Ja ja ja, si estás re feo, por algo te dicen el Ogro, fuiste su tabla
salvadora. |
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Resulta que los arabitos la estaban jodiendo mucho, el tal Yusuf quería hacerla bailar con él
Marisol
no supo cómo se metieron a su fiesta, ya estaban a punto de iniciar uno de los
desmadres que acostumbraban, pero cuando oyeron que alguien dijo - ¡Ahí
vienen los del cultural! -cambiaron sus
planes y poco a poco se fueron saliendo, nos tenían miedo, o por lo menos
respeto.
Así
que yo de tabla salvadora, ¡qué poca madre!, llevaba meses deseando una chava
para que vieran que sí podía tener novia, o por lo menos una para un faje, y
nada. Las que iban al Cultural, ni madres.
La
Chichotas ya había pasado por todos, ¡menos por mí! El día que estábamos en la cueva
del Yorch y que estaba chillando porque había perdido un anillo, se me cebó. De
casualidad encontré el anillo en la cocina y me dije -¡ahorita se lo doy a
cambio de una chupada de tetas, o por lo menos un buen faje sí le arrimo!, -pero
el pinche Tilico echó todo a perder, le di el anillo y él como perro se metió a
consolarla, yo sí me quedé como perro, pero perro de carnicería.
Con
la Güera, menos. Estaba muy buena, pero tantito andaba con el Gato, tantito con
Pérez y la verdad no me iba a exponer a una madriza por una chava fragilosa.
Lo
que no tuvo madre fue lo de los quince años de la amiga de las hermanas del Apache.
Ese día, creo que fue viernes, llegó el Apache con el Ranas. - ¡Hay unos quince
años y hacen falta galanes!
Para
luego es tarde, ahí vamos a la gorra, la fiesta era cerca del Cultural, como a
6 calles, llegamos y efectivamente, muchas niñas y cero galanes. Bueno, unos 3
o 4, y como de costumbre, unos sobre las niñas, otros sobre los pomos.
La
organizadora, y hasta la fecha no sé por qué, era la mamá del Apache. Al ver
que estábamos consumiendo las pocas bebidas disponibles, dio la orden de no
servir más.
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El
cantinero escondió las dos o tres botellas que quedaban. El Estopas, ya medio
pedo exigió al mesero que nos atendía que le sirviera otra cuba más, y lo
amenazaba diciendo -¡somos 15, eeeh, te vamos a quitar los pomos y te vamos a
madrear, mejor sírvenos! Total,
que ni le quitamos los pomos ni le partimos la madre. |
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La mamá del Apache, mortificada,
platicaba con la mamá de la quinceañera y con el Ranas que era el único de la
flota que no estaba pedo y además conocía a las anfitrionas. Como era temprano y queríamos seguir la peda,
nos dispusimos a ir a un antro, pero no podíamos dejar al Ranas, así que
comisionamos al Tatún para rescatarlo. Su manera de sacarlo de la fiesta fue
muy peculiar. Se paró junto al Ranas, frente a la mamá del Apache y junto a la
mamá de la quinceañera, con una cuba casi terminada en una mano y un cigarro en
la otra e interrumpiendo la plática nada más dijo:
-¡Ranas vámonos, porque en este cabaret ya no
hay alcohol!
Las señoras se quedaron mudas, el Tatún se dio
la vuelta, jaló al Ranas y ambos se unieron a la flota. Con el paso de los años
el Tatún se casó con Tany, una de las hermanas del Apache y el Pirriri, otro
del Cultural con Lupita, la otra hermana.
Pero
con lo que mis cuates del Cultural se volaron la barda fue la vez que alguien
supo de una fiesta por el rumbo del CENCH, no sé si fue el Huichol o su hermano
el Chontal, el caso es que era una tardeada. Recuerdo que llegamos como 10 o 12
de los de siempre y aún había luz de día. Había pocas chavas, creo que eran del
Central, pero de entre ellas, había una que estaba muy fea, de verdad fea entre
las feas, más fea que “pegarle a Dios en Viernes Santo”. Era una chava delgada
de mediana estatura, bastante morena, eso era lo único bonito que tenía, un
color de piel muy moreno medio cobrizo.
A
mí en lo particular me gustan las morenas, en la prepa me gustaba nuestra
compañera la pequeña Jane, era una morenita no muy bonita, pero tenía muy
buenas formas, también traía a varios como moscas, dicen algunos que sí se la
“echaron”, pero quién sabe, dime de qué presumes… dice el dicho, pero yo la
verdad, no se la hubiera negado.
Recuerdo
que la chava de la fiesta llevaba unas zapatillas de charol, me fijé en ellos
porque yo bajaba la vista para no verle la cara. De pronto, inició la música, era
un toca discos medio viejo con dos bafles no muy grandes colocados a los lados
de la sala donde nos encontrábamos, las chavas sentadas en el sofá y otros
asientos, todas juntas, como muéganos, platicando quién sabe qué pendejadas, y
de repente, algunas risitas que suponíamos eran por algún comentario sobre nosotros.
Ya hubiéramos querido por lo menos el sonido “MAJUL-FRAMZ” aunque fuera sin
bola de espejitos. Era el negocio de dos cuates, también del Cultural que se
asociaron para amenizar fiestas, estaban de moda los “Luz y sonido”, ellos
hicieron el suyo y le pusieron “ingeniosamente” el nombre formado por los
acrónimos de sus nombres. Para cargar sus equipos se habían hecho de un
remolque, desde luego con su logo y un letrero en grande: <MAJUL-FRAMZ>
Los
más perrones del grupo sacaron a bailar a todas las chavas menos a la fea,
ellas eran como cinco o seis. Los que no bailábamos tomábamos refresco porque
ni chalas había. Chupe más fuerte, ni madres, aunque creo que alguien fue por un
pomo y lo metió de contrabando, pero a mí no me tocó. Era una anforita de esas
que nada más alcanzan como para cuatro cubas. A iniciativa del Tatún hicimos una apuesta,
pusimos todo el dinero que llevábamos, se juntaron once pesos con cincuenta
centavos, el premio sería para el que sacara a bailar a la fea.
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Tocaban
una pieza y luego otra y nadie se animaba a sacar a la fea. Pero es que de
verdad estaba fea. Era de pelo lacio pero el peinado no le ayudaba en nada,
recogido con un mogote arriba que no llegaba a chongo, como se estiró el
cabello de los lados, los ojos se le hacían aún más rasgados de lo que de por
sí se notaba que los tenía, además uno más |
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arriba que el otro, el que
estaba más abajo estaba un poco inclinado y medio cerrado, además, como que
tenía ojos de cielo, en uno tenía una pequeña nube y el otro como que le
relampagueaba, como que parpadeaba a una frecuencia arriba de lo normal, tal
vez era el nerviosismo. Tenía la nariz aguileña, grande y chueca, como si
hubiera sufrido un golpe, y un grano a un lado del ala nasal derecha, de esos
lunares que les dicen cabeza de vena, y creo que hasta un pelo en él. Se
parecía a la bruja Ágata, la de la Pequeña Lulú, pero más fea. Los labios
anchos, y cuando se reía se le veían unos dientes como de mazorca con
cuitlacoches, pero amarillentos como bolsa de Sabritas, además, se apreciaba un
bigotillo que le hacía la competencia al mío.
Así pasaron como 4 melodías, a la quinta me
armé de valor y fui a sacarla a bailar rogando a Dios que no aceptara, lo cual
me haría ganador pues la apuesta era sacar a la fea no bailar con ella, pero
para mi desgracia, que acepta.
Ahí
voy yo bailando con la fea, miraba a mis amigos muertos de risa, no faltó quien
dijera -dale un beso- y cosas por el estilo, por fin
terminó el tormento. Mientras bailaba con la fea, me llamó mucha la atención
ver de pronto a Cástulo bailando con una chava que no era de las invitadas.
Grande fue mi sorpresa cuando descubrí que era la sirvienta.
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Cuando
me dirigí a cobrar el premio, Cástulo también lo reclamaba, alegaba que él lo
merecía porque se había atrevido a sacar a bailar a la sirvienta, era una
muchachita más o menos de la edad de las adolescentes presentes, pero estaba
muy lejos de competir con la fea de la apuesta. Al lado de la fea la
sirvienta pasaría por miss universo. |
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Lo que sucedió fue que Cástulo invitó
a bailar a la sirvienta a bailar porque ya todas las chavas tenían pareja de baile y pensó
que podía ganar ese dinero sin sufrir el tormento de bailar con la fea.
Cuando Cástulo la sacó a bailar, llevaba su
delantal y no sé si barría un rincón o servía los refrescos. Ante la invitación
al baile, la muchacha pidió permiso a la patrona para aceptar el ofrecimiento
de “su galán” y ésta se lo concedió. Cuando la música terminó, el Tatún y los
demás decidieron darle el premio a Cástulo por la puntada de haber sacado a
bailar a la sirvienta.
Obviamente
yo protesté, me indigné, reclamé, pero de nada valieron mis berrinches, el
sacrificio de bailar con la fea resultó inútil pues el premio ya se lo habían
dado a Cástulo.






Todas las anécdotas narradas en este cuento son verdaderas, excepto la de la fiesta de quince años en el Centro Libanés, aunque la rivalidad con los arabitos sí existió.
ResponderEliminarMe gustó mucho la forma de narrar la historia haciendo que uno se imagine lo acontecido
ResponderEliminarMe imaginé la narración y hasta ganas de apostar me dieron que no sacaba a la más fea. Sentí que se traían una buena fiesta puesta toda la palomilla como en mis tiempos de juventud; siempre al tiro en los mejores reventones y eventos sociales jejejeje muy buen cuento y fresco para su lectura me agrado bastante felicidades por este blog.
ResponderEliminarGracias Manolo, ojalá leas los otros y des tu opinión. Un abrazo.
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