El triste destino del
bergantín “Guerrero”
Un cuento de Oscar E. Hernández López para conmemorar el
200° aniversario de la Armada de México
Las
primeras luces del amanecer se reflejaban en las tranquilas aguas de la bahía
de Nueva York. Aquella mañana, un flamante bergantín pintado de negro con la
bandera mexicana izada a toda asta se deslizaba sobre el mar abandonando el
puerto e internándose en el Océano Atlántico con rumbo al sur. Era uno de los
últimos días del mes de abril de 1824 y, para fines de mayo, debería reunirse
en Veracruz con el resto de la escuadrilla que se encargaría de defender la
soberanía de la nueva nación vigilando el litoral del Golfo de México.
Ese bergantín estaba equipado con 22
cañones y había sido construido en el astillero
Henry Eckford de la Armada de los Estados Unidos, llevaba por nombre “Guerrero”
y el mando lo ejercía del recién nombrado Comodoro David Porter.
Al declararse la independencia de
México, el poder ejecutivo recayó en la Junta Provisional Gubernativa que eligió
como presidente a Iturbide y lo declaró Generalísimo Almirante, título que le
otorgaba el mando de las fuerzas de tierra y mar. Muy pronto, el 4 de octubre
de 1821 se crearon cuatro ministerios, uno de ellos fue el de Guerra y Marina
lo que significó el nacimiento de la Armada de México recayendo el nombramiento
de ministro sobre Antonio de Medina Miranda, antiguo oficial de la marina
española.
Los primeros años del México
independiente se caracterizaron por las luchas internas que llevaron a la abdicación
del emperador Agustín de Iturbide quien dejó el poder ejecutivo en manos del
triunvirato formado por Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe
Victoria. El último reducto español se resistía a reconocer la independencia de
la Nueva España que ahora se llamaba México se había atrincherado en San Juan
de Ulúa por lo que el gobierno necesitaba crear una fuerza marina para combatir
a esa resistencia y expulsarla definitivamente del País.
Reunidos en el gran salón de Palacio Nacional,
el Supremo Gobierno, así se hacía llamar el triunvirato gobernante, en compañía
del secretario de Guerra y Marina acordaban las estrategias para ejercer la
soberanía en todo el País.
―¡General, necesitamos buques y armas para acabar
con la resistencia en San Juan de Ulúa y echar de aquí a esos malditos
gachupines! ―La voz de Guadalupe
Victoria, sonaba enérgica, pero también denotaba un dejo de preocupación―. ¡El
General Lemaur amenaza con continuar los bombardeos sobre Veracruz y no hemos
podido derrotarlo combatiendo desde tierra!
―Señor secretario, encárguese de la adquisición
de todo lo necesario para acabar con Lemaur y sus soldados. ―Secundó Nicolás
Bravo.
―El ministro Mariano Michelena partirá para
Inglaterra con el fin gestionar la compra de tres buques de guerra. ―Respondió
el General Joaquín Herrera, nuevo secretario de Guerra y Marina―. Pero antes
necesitaremos su reconocimiento como nación independiente de España.
La marina mexicana no contaba con buques y
mucho menos con personal marino incluyendo comandantes. El ministro
plenipotenciario de Estados Unidos en México, Joel Poinsett, no dejaba escapar
oportunidad para intervenir en asuntos de la competencia exclusiva de los
mexicanos.
―General Victoria, tengo el gusto de presentar
ante su excelencia al Capitán de Navío David Porter, experimentado marino que
ha prestado invaluables servicios a mi país, es el oficial de quien le hablé y
que podría ser de gran ayuda para su proyecto marítimo nacional.
Porter, chocando los tacones y ofreciendo un
saludo militar agregó:
―Excelencia, estoy al tanto de sus planes ―bajó
la mano con la que había saludado y continuó―, estoy dispuesto a hacerme cargo
de la defensa y vigilancia del litoral mexicano de Golfo de México.
Diez días después, habiendo formalizado su
renuncia como Capitán de la marina de Estados Unidos, Porter asumió la
comandancia de la escuadra mexicana. Una de sus primeras acciones como Comodoro
de la naciente Armada de México, fue la de traer un bergantín de Estados Unidos
que zarparía de Nueva York con tripulación incluida.
La tripulación del Guerrero constaba de 60
marineros de diversas nacionalidades, había estadounidenses, ingleses,
irlandeses y suecos. Aunque la tripulación no estaba completa, sí era
suficiente como para llevar al bergantín a Veracruz. Porter había contratado a
la tripulación en Nueva York, la mayoría de ellos eran inmigrantes que, al no
encontrar un trabajo que cubriera sus expectativas, habían aceptado un contrato
que prometía una paga aceptable y una vida acorde con su espíritu aventurero.
Kacper Kowalski limpiaba la cubierta del
Guerrero, vestía pantalones guangos, amarrados a la cintura con un grueso
mecate de algodón que alguna vez fue blanco y una gorra tejida de estambre
azul, su fuerte musculatura cubierta de sudor mostraba una tonalidad cobriza
causada por el exceso de exposición al sol, sus pies descalzos mostraban la
blancura original de su piel.
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El sol brillaba en el cenit. Kowalski
interrumpió su faena cuando escucho la voz del sueco Asbjörn Karlsson que desde su puesto de vigía en la cofa del barco gritó
a todo pulmón: ―¡Veeraaacruuuz!… ¡Veraaacruuuuz a la vistaaaaaa! Porter reunió a su tripulación en cubierta,
Veracruz no se parecía a Nueva York y era preciso tomar algunas medidas
debido a la situación particular por la que atravesaba el puerto mexicano. |
―¡Prohibido deambular por la ciudad, y mucho
menos pasar la noche en el puerto, solo podrán bajar del barco quienes cuenten
con mi salvoconducto y con el estricto control del vigilante en turno! ―Porter
cuidaba con esmero exagerado la salud de su tripulación―. ¡Los moscos que
transmiten la fiebre amarilla no respeta a nadie, la disentería tampoco, no
tomen agua ni coman en la calle!
Las enfermedades tropicales se habían
convertido en una tremenda epidemia, las víctimas que cobraba eran
mayoritariamente extranjeros y mexicanos del altiplano que bajaban a Veracruz.
―¡Cieślak
y Lundgren, ustedes organicen la guardia, será relevada cada 24 horas, elijan 6
marinos para cada día, Cieślak, comienzas tú, de inmediato! ―Con estas
órdenes, la tripulación del Guerrero iniciaba su nueva vida en territorio
mexicano.
Además de contar con el
bergantín Guerrero, la escuadrilla estaba integrada por la fragata Libertad, los
bergantines Bravo, Hermón, Victoria y un viejo buque que se había llamado Asia
y fue rebautizado como Congreso Mexicano, pero ya estaba bastante
deteriorado como para utilizarlo en combate, el uso que a Porter se le ocurrió
darle fue el de convertirlo en barco-prisión.
David Porter se preparaba para
combatir en el mar, mandó calafatear los cascos de todos los buques de la
escuadrilla, ante la falta de personal mexicano preparado para los mandos
marinos, puso al frente del bergantín Guerrero a su sobrino David Henry Porter
y nombro como oficiales a Carlos E. Hawkins, a Alejandro Thompson y a sus
propios hijos David Dixon y Thomas.
El Comodoro Porter era un
militar celoso del cumplimiento de las leyes, adaptó las que él conocía y las
aplicó rigurosamente, implantó una férrea disciplina e instituyó la instrucción
militar para sus marineros. La estricta disciplina impuesta, pronto le causó
problemas.
―¡Comodoro Porter, hay
denuncias del uso indiscriminado que hace del rebenque para disciplinar a su
gente, los azota con demasiada crueldad! ―El reclamo del coronel Pedro Landero
llevaba una dosis de indignación―. ¡Le recuerdo que aquí no hay esclavos! ¡La constitución prohíbe los castigos físicos!
―¿Y cómo carajos quiere que
imponga orden y obediencia? ―respondió indignado el Comodoro―. ¿Acaso quiere
que los corrija a besos?
El reclamo de Landero había
irritado al Comodoro Porter, era cierto que había ordenado el azote
de dos soldados del batallón de marina, el Capitán Miguel de Medina se había
negado a cumplir la orden y había denunciado a Porter.
―¡En mis barcos mando yo, y la
ordenanza vigente me lo permite! ―continuó furioso Porter―. ¡Y a ese capitancito
llorón, mándenlo a un internado para señoritas… y a ver si no acusa a las
monjas por obligar a las niñas a rezar de rodillas!
El conflicto trascendió a
otros niveles. el General Rincón, arrestó al Capitán Miguel de
Medina y para suavizar las cosas llegó a un acuerdo con Porter, Rincón relevó a
la guardia de la fragata Libertad con la tropa de su batallón y envió presos a
algunos oficiales que habían apoyado los reclamos contra su jefe, de esta
manera, rápidamente se restableció el orden.
La guerra de México contra los
españoles acantonados en San Juan de Ulúa con la esperanza de reconquistar las
tierras del Anáhuac se había extendido hasta 1826 cuando por fin se logró la
expulsión de los últimos soldados ibéricos, pero las rencillas continuaban en
el mar. México, en su defensa, hostilizaba
a los buques españoles que navegaban por el Caribe con rumbo a La Habana
atacando con la escuadrilla del comodoro David Porter.
España había establecido en Cuba su base de
operaciones marítimas y pretendía tomar el control de la entrada del comercio
internacional al golfo de México, y desde luego, de la entrada a Veracruz; la armada
española era un obstáculo para el comercio y la soberanía marítima nacional. La
misión de Porter era controlar la zona del Caribe, para cumplir con esa difícil
misión eligió el mejor lugar posible para establecer su base de
aprovisionamiento y, a la vez, vigilar la navegación por el Caribe.
Aprovechando su origen estadounidense, el lugar elegido fue Cayo Hueso que, por
añadidura, apartaba a sus marineros de las insalubres condiciones de Veracruz.
La escuadrilla de Porter zarpó del principal puerto mexicano del Golfo en
diciembre de 1826, la fragata Libertad iba armada con 40 cañones, los
bergantines Hermón y Bravo contaban con 18 cañones cada uno y el buque Victoria
estaba equipado con 20.
Cayo Hueso era la ciudad más
austral que formaba parte del archipiélago de los Cayos de Florida ubicada a
233 km al norte de Cuba. Le pusieron ese nombre porque la isla estaba llena de
huesos de los antiguos habitantes, había sido un cementerio y también
había sido refugio de piratas, puerto de pescadores, mercado de comerciantes y
playas atractivas para buscadores de tesoros. Fue territorio español hasta que,
en 1821 mediante el Tratado de la Florida, Cayo Hueso paso a ser dominio de los
Estados Unidos; por la importancia geopolítica de la zona la marina de este
país construyó un fuerte y los marinos que acostumbraban cruzar sus aguas le
llamaban el “Gibraltar del Golfo de México”. La base que usaba el Comodoro
Porter había sido abandonada por la Armada de los Estados Unidos cuando
construyó su nueva base a Pensacola.
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Aquella calurosa tarde de verano,
Porter estaba sentado en un rincón del bar “La Langosta Bucanera”, disfrutaba
su bebida favorita, acostumbraba tomar absenta, bebida que había llegado de
Europa y se había vuelto muy popular entre marineros, piratas y bohemios. Porter
vestía pantalón blanco y camisa azul marino a rayas. |
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Extrajo cuidadosamente de la bolsa delantera
derecha del pantalón un pequeño saco de cuero lleno de monedas y lo colocó
sobre la mesa. Minutos más tarde se acercó el camarero, era de aspecto rudo,
cabello rizado y el rostro quemado por el sol, lucía barba arreglada con un
bigotillo enchinado en sus extremos, llevaba ropa limpia y bien planchada y un
delantal de lona gris. Colocó otro vaso con absenta sobre la mesa, un pequeño
plato con terrones de azúcar, una cucharilla con un orificio y una jarra de
agua. El cliente había solicitado la receta francesa, el camarero recogió disimuladamente
el pequeño saco e inclinándose sobre la mesa, acercándose al Comodoro Porter, en
voz baja susurró:
―Mañana antes del amanecer arribará un barco
español, a las 5.30 aproximadamente, navega sin escolta.
Las finanzas nacionales de México eran
bastante malas por lo que no era posible hacer erogaciones para hostigar a los
buques españoles, entonces el gobierno mexicano confió al Comodoro Porter la
expedición de patentes de corso.
―¡Eeeeeyyyyyy, túuuu, el del rincón, yoo sée
quién ereessss! ―Un marinero ya borracho por tanto alcohol barato ingerido,
señalaba a Porter que saboreando su absenta levantó los ojos y no se inmutó.
―¡No molestes al Capitán! ―reaccionó de
inmediato uno de sus acompañantes―. Con solo dar un grito esta cantina se llena
de soldados, yo no quiero líos.
―!Pppssss siiii nnnnooo estoy hhhaaciiiendooo
llioooo¡ Naaadaa mmáas saaaludoo aaa mmiiii ccaapiitttáaaann. ―Y tratando de hacer un
saludo militar el marinero borracho, casi cae al suelo, lo que no sucedió
gracias a que sus compañeros lo tenían bien sujetado.
―¡Usted perdone, mi Capitán ―dijo el otro
acompañante―. No sabe lo que dice, ya está muy borracho, ahora nos lo llevamos.
Los dos acompañantes pasaron cada uno de los
brazos del borracho por sus cuellos para facilitar su transportación y a un
metro de la puerta, el borracho volteó y alzando la voz a nivel de grito se
despidió:
―¡Aaadiioooosss
Caaaapiiittáaannn! -hiippp-
Saaluuudooos alll Caaappiitttáaan Hooppnnneerrrr, elll ddeee
LLaaaa Moolleesttaadooraaa, yyooo esstuuuvvveee enn eessse bbuuuqueeee
aallláaa eennn llasss agguaass deelll Mmeeediii
-hiippp- tteerrráaanneooo.
Porter hizo un ademán alzando su vaso en señal
de brindis.
La Molestadora había sido un buque que, con la
Patente de corso del 19 de febrero de 1827, al mando del Capitán Carlos C.
Hopner, había logrado muy buenos resultados, los rumores hablaban de que sus
incursiones habían llegado hasta el mar Mediterráneo. Gracias a sus informantes,
no fue difícil para Porter capturar barcos españoles e incorporar, algunos a su
escuadrilla, otros fueron destruidos y otros más fueron enviados a Veracruz. En
poco tiempo los barcos de Porter capturaron 24 buques mercantes españoles, entre
los buques capturados se contaban un barco emblemático de Cádiz: el Hércules Gaditano.
―¡Señor Gobernador, los
mexicanos están acabando con nuestra flota, urge fortalecer nuestra armada o
acabarán por conquistar toda Cuba comenzando por La Habana! ―Ángel Laborde, Capitán
de Navío y comandante del apostadero de este puerto exigía al gobernador Vives
los fondos necesarios para hacer frente a la ofensiva de la escuadra de Porter.
―¡Disponga de los fondos que
necesite! ―respondió el gobernador―. Repare y haga a la mar cuanto buque sea
posible, no se detenga por cuestión de fondos.
Laborde se mostraba bastante
molesto por la audacia de los barcos mexicanos que causaban grandes pérdidas al
comercio español, la escuadra de La Habana se veía obligada a combatir no
solamente a los buques de México, Colombia también aplicaba la misma receta de corso
contra Cuba. Ángel Laborde hizo reparar sus barcos e inmediatamente salió a
combatir a los buques mexicanos que navegaban en aguas cubanas, la potencia de
la flota española era superior a la mexicana, contaba con más buques y mejor
armados, la escuadra de Porter prefirió dirigirse a Cayo Hueso. Al utilizar
este puerto como base y refugio de su escuadrilla, Porter estaba involucrando
en el conflicto a los Estados Unidos, por esta razón, el
ministro español envío una enérgica protesta al presidente John Quincy
Adams quien, para suavizar la tensión, mandó buques a Cayo Hueso en plan de
observación dejando ver cierta simpatía por su país vecino sin declarar abiertamente
su favoritismo, el cual, era evidente. Tal simpatía era consecuencia de la
recientemente publicada Doctrina Monroe la que, sin hacerlo explicito,
incluía a la valiosa isla caribeña.
La escuadra española que
comandaba Laborde había intentado bloquear la retirada de la escuadrilla
mexicana en los cayos, pero no contaba con que Porter conocía muy bien esa
zona, había perseguido piratas por todas las entradas y salidas de los canales,
ya lo hacía sin consultar mapas lo que representaba una ventaja sobre el
enemigo.
Porter y su flotilla habían
regresado a Veracruz por un mandato del gobierno mexicano que había decidido
abandonar las aguas cubanas. Por esas fechas, la efervescencia política
alcanzaba nuevamente niveles de violencia, España no acababa de renunciar a
perder el vasto territorio mexicano por lo que, hacia finales de 1827, los
bergantines Hermon, Bravo y Guerrero fueron nuevamente enviados a incursionar
en aguas cubanas, el Guerrero, por ser el buque que se encontraba en mejores
condiciones fue alistado con la tripulación más competente, continuaba bajo el
mando del Capitán David Henry Porter.
―¡Enemigo a la vista¡ ¡Buque enemigo a babor! ―el vigía brincaba sobre la cofa pensando que
así sus gritos se escucharían con mayor fuerza,
Eran dos goletas españolas, la Marte
y la Amelia, conformaban la escolta de 25 barcos mercantes que navegaban hacia
la Habana.
―¡Giro a 75 grados a babor¡ ―ordenó Henry
Porter―. ¡A toda vela!
La persecución de la escuadra mexicana provocó
la dispersión del enemigo, los disparos del bergantín Guerrero fueron certeros,
hicieron blanco y en poco tiempo las dos goletas de guerra españolas fueron
abatidas, la persecución siguió hasta el puerto de Banes, las naves españolas perseguidas
se refugiaron en las cercanías del puerto de Mariel.
La comandancia de la Habana, al ser notificada
del suceso envió a la fragata Lealtad a combatir al bergantín Guerrero, la nave
española contaba con 54 cañones y su tripulación constaba de 300 hombres, el
Guerrero, contaba únicamente en 194 marineros y el Capitán David Henry Porter
que al percatarse de la superioridad del enemigo trató de evadirla y regresar a
puerto seguro.
―¡A toda vela, 120 grados a estribor¡―ordenaba
el Capitán―. ¡Rápido, rumbo a Cayo Hueso!
La huida no se logró, la fragata Lealtad utilizaba
sus 24 cañones colocados a babor, los cañones se alternaban para disparar de
tal manera que el fuego era continuo, el Guerrero contestaba disparando sus
cañones, pero su armamento era muy inferior en número y potencia, aun así
trataba de responder y colocarse a la altura del enemigo, era una misión
imposible.
―¡Perforaron el casco a babor! ― gritó un
marinero.
―¡Hay fuego en la bodega! ―gritó otro.
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Tras una hora de combate, el Capitán Porter vio
que su buque sucumbía al feroz castigo español, el casco ya se encontraba en
muy malas condiciones, las bajas eran enormes, ya solamente quedaban 40
tripulantes en condiciones de pelear. Ante lo desastroso de la situación, convocó
a una reunión con sus oficiales. ―¡La derrota es inevitable! ―dijo el
comandante con voz quebrada y gran nostalgia―. Vamos a rendirnos para salvar
las vidas que sea posible. |
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Esperaba la respuesta de sus oficiales cuando
una bala de cañón disparada desde la fragata Lealtad lo golpeó y arrastró al mar
cayendo al agua sin vida.
El bergantín Guerrero se rindió, de inmediato
fue abordado, el saqueo no se hizo esperar, lo que quedó del heroico bergantín
fue remolcado con su tripulación en calidad de prisioneros.
Parecía un día de feria cuando la fragata Lealtad
con su trofeo arribó a La Habana, era el día 13 de febrero de 1828, a pesar de
que era miércoles, cientos de curiosos se aglomeraban en el muelle y no paraban
de aplaudir. Los españoles repararon el
buque capturado el cual entró al servicio naval español bajo una nueva
denominación, ahora llevaba el humillante nombre de “El Cautivo”.
El Comodoro David Porter ordenó a los oficiales
de la marina mexicana portar, como señal de luto, un crespón negro en el brazo
izquierdo, el luto duró treinta días.




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